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Acerca de "Paisajes incomodos". Patricia Ortega Miranda. 26 de septiembre 2014.

En su nueva serie de pinturas titulada "Paisajes incomodos" artista cubano Ángel Delgado explora un tema siempre presente en toda su obra: la condición humana y su relación con las nociones de libertad e identidad. En esta ocasión, Delgado presenta una serie de pinturas que, lejos de la idea tradicional de paisaje, que constituyen un punto de vista, en efecto, pero en vez de un panorama social de lo que se podría llamar las sociedades modernas. Mediante la yuxtaposición de objetos cotidianos, vistas aéreas de las prisiones y siluetas humanas, el artista crea una composición que evoca un estado de alienación. El individuo parece totalmente reducida a una serie de códigos sociales, a lo que es, sin embargo, inextricablemente unido.

Delgado propone pensar la identidad como el resultado de una experiencia particular, determinado por una realidad que se constituye no sólo físicamente, sino mentalmente. El propio Delgado asegura que su obra no revela si la cifra representa el preso en su libertad anhelo celular o el sentimiento ciudadano común encarcelado. Lo que surge de esa tensión es precisamente una ruptura en la lógica de un sistema. Figuras de Delgado carecen de especificidad espacial, precisamente porque se mantienen en esa zona como una sombra. El espacio físico del recinto donde se restringe la movilidad es también el espacio cerrado de la represión. Con un gesto de Foucault, el artista nos hace conscientes de una realidad que no está marcado por barras o paredes sino por conceptos culturales o ideológicas. El artista propone en última instancia, a reconsiderar las estructuras a través de las cuales se organizan las sociedades contemporáneas y cómo se desarrollan paranoico y desconfiado de la idea misma de la libertad que construyen.

En la nueva serie de Delgado también está la presencia de esas figuras errantes que tan a menudo encontramos en las calles de cualquier ciudad importante: las personas sin hogar. Aquí, Delgado parece cambiar la perspectiva a medida que avanza desde el espacio cerrado para explorar la idea de la movilidad. Las personas sin hogar, que nómada eterno, es una figura anónima, un individuo reducido a su condición precaria. Con las personas sin hogar, que no es lo mismo que el sin hogar, el artista propone una reflexión sobre la idea de lugar más allá de la noción de espacio físico. El espacio es abstracto y abierto, pero el lugar es estructurado, limitado y social. Esa es precisamente la razón por las personas sin hogar se percibe como ser desplazados o fuera de lugar. Su condición representa una ruptura con las expectativas sociales y morales como las que están directamente asociados a la idea de lugar. El viajero anónimo, llevando una maleta, parece entrar en un diálogo con las personas sin hogar que transporta sus pertenencias en un carro de compras. Y una vez más, el espectador se queda con la yuxtaposición de estas dos figuras. Un anhelo de un lugar y el otro en un continuo intento de escapar de ella.

Delgado, quien recientemente se mudó a Las Vegas, evoca el tema del espacio transitorio tan a menudo asociado a esta peculiar ciudad y nos invita a reflexionar sobre cómo nuestra realidad, ya que es físicamente y mentalmente construida, formas y define nuestra percepción. Estos paisajes son incómodos precisamente porque en ellos el individuo parece ser impotente. Entre líneas, colores, transparencias y superposiciones estas figuras sin rostro nos hablan de la frágil condición humana en las sociedades contemporáneas y de nuestra lucha para dar sentido a la realidad que construimos al mismo tiempo.


In his new series of paintings titled "Paisajes Incomodos" cuban artist Angel Delgado explores a theme constantly present throughout his work: the human condition and its relationship to the notions of freedom and identity. In this occasion, Delgado presents a series of paintings that far from the traditional idea of landscape, they constitute a view, indeed, but of rather a social panorama of what one would call modern societies. By juxtaposing everyday objects, aerial views of prisons and human silhouettes, the artist creates a composition that evokes a state of alienation. The individual seems utterly reduced to a series of social codes, to which he is, nevertheless, inextricably bonded.

Delgado proposes to think about one's identity as the result of a particular experience determined by a reality that is constituted not only physically but mentally. Delgado himself assures that his work does not reveal whether the figure represents the inmate in his cell longing freedom or the common citizen feeling imprisoned. What emerges from that tension is precisely a break in the logic of a system. Delgado's figures lack spatial specificity precisely because they remain in that shadow-like zone. The physical space of enclosure where mobility is restricted is also the enclosed space of repression. With a Foucaultian gesture, the artist makes us aware of a reality that is not marked by bars or walls but by cultural or ideological concepts. The artist ultimately proposes to reconsider the structures through which contemporary societies are organized and how they develop paranoid and suspicious of the very idea of freedom they construct.

In Delgado's new series there is also the presence of those wandering figures we so often encounter in the streets of any major city: the homeless. Here, Delgado seems to shift perspective as he goes from the enclosed space to explore the idea of mobility. The homeless, that eternal nomad, is an anonymous figure, an individual reduced to his precarious condition. With the homeless, which is not the same thing as the houseless, the artist proposes to think about the idea of place beyond the notion of physical space. Space is abstract and open but place is structured, limited and social. That is precisely why the homeless is perceived as being displaced or out of place. His condition represents a rupture with the social and moral expectations as those are directly associated with the idea of place. The anonymous traveler, carrying a suitcase, seems to enter in a dialogue with the homeless who transports his belongings on a shopping cart. And once more, the spectator is left with the juxtaposition of these two figures. One longing for a place and the other one in a continuous attempt to escape from it.

Delgado, who just recently moved to Las Vegas, evokes the theme of transitory space so often associated to this peculiar city and invites us to reflect on how our reality, as it is physically and mentally constructed, shapes and defines our perception. These landscapes are uncomfortable indeed because in them the individual seems to be powerless. Among lines, color, transparencies and superpositions these faceless figures speak to us about the fragile human condition in contemporary societies and of our struggle to make sense of the reality we simultaneously construct.